viernes, 10 de agosto de 2012

Cinco Ángeles- capítulo 9 por Sofi M

Capítulo 9
Ángel Negro

     Emili se debatía en sueños entre las cobijas, sueños donde un ángel de alas negras se alejaba de ella, dejandole un dolor terrible en el pecho, como si su partida significara la perdida de algo muy valioso; y donde después aparecía otro ángel de alas blancas que se acercaba a ella, mandando cortas ondas de rabia y dolor...
       Al despertar todo había pasado ya. El coraje, las ganas de echarse a llorar frente a Daniell se habían esfumado. Simplemente se sentía cansada y somnolienta.  Lentamente se incorporó en la cama, y por primera vez se dio la oportunidad de observar a detalle la habitación donde había dormido las últimas tres noches.
     Era un espacio pequeño, pero daba la apariencia de ser amplio debido a que solo contaba con la cama de madera y un escritorio bajo de caoba en la orilla opuesta. La cama en la que estaba sentada estaba cubierta de sábanas frías de colores suaves y un cobertor de olor a lavanda. En el centro del techo había un foco sencillo que parecía no poder iluminar muy bien la habitación cuando lo encendieran; la luz que se filtraba por la ventana abierta era la que se dejaba ver entre las cortinas y las nubes grises del cielo nórdico hacía que todo allí pareciera gris y desgastado, como una casa vieja, dando a cada objeto una fuerte pincelada de sombras. Emili bajó la mirada, hacia las maletas junto a la pared.
     Después de ordenar la cama y ducharse en el cuarto de baño frente al suyo. Después de cepillarse el cabello en trenzas detrás de la cabeza se dispuso a acomodar sus pertenencias sobre el pequeño escritorio de caoba que estaba en una esquina de la habitación. El mueble contaba con tres pequeños cajoncitos llenos de polvo, donde cupo perfectamente su ropa -que de por sí era muy poca. En el último cajoncito, sin embargo, había acomodados varios sobres de papel arrugados y amarillentos por el paso del tiempo, todos anudados por un trozo de hilaza tiesa. Al hacerlos a un lado descubrió debajo más papeles... no, no eran simples hojas de papel, sino que cada una era un dibujo diferente. Curiosa, Emili se acomodó en el suelo y comenzó a observar cada uno, dejando los sobres a un lado.
      Eran retratos a carboncillo: estaba dibujada Beatrice, pudo reconocer; con los ojos claros y el cabello recogido detrás. Era un dibujo exacto de su rostro, donde se veía feliz, a todo detalle, incluyendo el par de hoyuelos que se le formaban en las mejillas al sonreír.
      Los siguientes eran bocetos de variadas cosas: un vaso lleno de agua, una mano, el atardecer sobre el río Támesis, una casa con un amplio jardín de rosas... En otro dibujo estaba el rostro fino y delicado de una niña, con rizos claros hasta los hombros. A pesar de que era un rostro aniñado y circular, pudo reconocer en este la belleza que aún conservaba Wenndy. El siguiente era sin duda Daniell, que miraba a lo lejos con esos ojos intelectuales detrás de los lentes ovalados, con el cabello blanco despeinado sobre la frente. En una esquina de cada dibujo se distinguía el nombre de James trazado con rápidas letras manuscritas.
     En una de las últimas hojas estaba plasmado los rostro de un hombre 
con cabellos afilados y oscuros, miraba fijamente al frente. Parecía serio y autoritario, joven a juzgar por las pocas arrugas en la frente y bajo los ojos, unos ojos suaves y algo afligidos... había algo familiar en ellos, una sensación conocida que sentía Emili al verlos.
     Cada línea trazada, cada detalle hecho con tanto cuidado, cada sombra hacía que los objetos y los rostros dibujados parecieran casi reales: fotografías de la mente. James era demasiado bueno dibujando, por supuesto. Era algo nuevo para Emili, algo que no conocía antes sobre él, y ahora allí, tomando con delicadeza lo que él había creado, se sentía como estar apreciandole de alguna forma, sin que él lo supiera.

     Después de guardar los dibujos cuidadosamente bajo los sobres en el último cajón, Emili bajó a la cocina, con las tripas gruñentes de hambre. Como el día anterior, se encontró con que todos ya estaban despiertos, en la cocina. Incluso James estaba allí, recostado contra el fregadero y mirándose las uñas con la misma expresión superior que mostraba todos los días. Verlo de nuevo produjo a Emili una extraña sensación de alivio y dolor, como si no quisiera verlo pero a la vez se alegrara de que estuviera allí. Emili se sentó a la mesa con un repentino dolor de estómago (por no haber comido bien últimamente, por que se sentía incómoda entonces, quién sabe) y se tapó la cara con las manos.
      -Espero que esté bien.

      Emili no tuvo que mirar para saber que aquella voz chillona era de Wenndy frente a ella, cuya voz curiosamente ahora le parecía más chillona y curiosa que de costumbre.
      -Hay que ponerse en marcha y el que vaya a estar dormida durante el entrenamiento no ayudará en nada- continuó, como si Emili, a quien claramente se refería, no se encontrara en la misma habitación.
   -Claro, Wenndy- ironizó James, haciendo revolotear algo metálico en el agua del lavamanos-.Hay que tener bien en cuenta que ahora mismo estamos a mitad del entrenamiento.
     Ben se acercó a Emili, sosteniendo en equilibrio una rebanada de pan tostado y un vaso de cristal.
     -Come algo- le dijo, ofreciendo la comida. El vaso contenía una extraña revoltura de líquidos espesos. Ella lo tomó y lo miró con asco, olisqueando... no tenía tan mal olor.
     Dando sorbitos a la cosa de apariencia extraña, Emili se distrajo con la conversación que tenían los demás.
     -¡Es que es imposible!- decía Beatrice, andando de aquí a allá de la cocina con los puños apretados- ¡Un caso de tal urgencia y la Clave nos desecha como si fuésemos polvo y tierra!
      -Es lo que tú decías- masculló James a media voz, dirigiendose a Bea- "Polvis et umbras sumus..." De la clase de Latín, ¿recuerdas?
     -Sí- coincidió Daniell, sentado en el sillón- .Aunque me resulta de lo más extraño que alguien como tú , James, haya estado atento a la clase de Latín.
      El aludido puso cara de estar ofendido.

     -...Es su deber ayudarnos- se lamentaba Beatrice- Es increíble que ni siquiera puedan respaldar a los de su propia especie.
     -¡Pero qué...! - Ben removía ese líquido espeso que le había dado a Emili en una olla hirviendo y se le había pegado a los dedos. 
     Emili alzó los ojos, con la cabeza llena de pensamientos e ideas que no lograba enlazar ni entender. En frente, Wenndy parecía cansada y angustiada, quizá esa era la razón de que su tono de voz sonara diferente.
     -Más ataques- le explicó Wenndy- Y no somos suficientes ni tenemos para acabar con todos los demonios. La Clave ha dejado claro que no está dispuesta a hacer algo...
      Daniell se puso en pie:
     -Han pasado tantos años desde la última vez que se vio a un demonio en el mundo. Es difícil de entender que de repente 
aparezcan de la nada.
      Se prolongó un silencio tras eso. En la otra esquina, Beatrice miraba por la ventana con ojos llorosos; parecía que Wenndy murmuraba algo. Detrás de la barra, Ben parecía querer decir algo, como si las palabras estuvieran quemándole en la lengua pero no pudiera decirlas. Emili observó a James limpiar una enorme daga con un viejo trapo antes de dirigirse a la puerta de salida. Él ni siquiera la miró...

      -James- era Beatrice, que de repente se había percatado de la presencia de su hijo- ¿A dónde vas? ¿Dónde estuviste ayer?
     James giró sobre sus talones, mirando a su madre con una amplia sonrisa, sosteniendo la daga graciosamente con ambas manos.
     -Oh... Estaba por allí, ya sabes. Quería averiguar algo más sobre ésta cosa- mostró el medallón dorado.
      -¿A dónde vas ahora? Ya nos vamos...-  dijo Bea cuando él ya estaba a un paso de salir.
      - Tranquila, mujer. Que solo voy por mis botas.
      Una risita nerviosa brotó en el pecho de Emili. Se giró para ver si Wenndy lo había tomado igual, pero los ojos azules de la chica parecían totalmente devastados, más que nunca.  Quizás, se dijo, ambas estaban igual de cansadas y angustiadas.


     Algo deprimida, Emili cruzó el sendero forestal que conducía hasta el claro de entrenamiento, caminando detrás de los gemelos. Ben y Beatrice ya habían llegado al punto de encuentro desde hacía varios minutos, insistiendo en que debían darse prisa antes de que comenzara a lloviznar. Wenndy se había ofrecido a esperar a James y entonces los tres chicos se habían quedado a esperar, pero cuando James ya había tardado demasiado y fueron a buscarlo a su habitación, él había sido algo grosero diciendo que no hacía falta que lo esperaran, que no era un niño pequeño al que debían de cuidar y que en seguida los alcanzaría.    
     Y Emili pensaba...¿Qué mas daba?. Si él no quería hablar tras lo ocurrido la otra noche, mientras él tocaba el piano... De todos modos, aquello no había sido nada. Se trataba de James. ¿Qué aseguraba cuando era honesto y cuando no? Cuando hacía las cosas con el corazón y cuándo las hacía solo para demostrar algo.
      Daniell y Wenndy ya la habían dejado por varios metros; parecían dos robots idénticos que andaban al mismo paso y a la misma distancia, de la misma manera. Pensó que sería muy gracioso si ambos se hubieran puesto de acuerdo tiempo antes para sincronizar cada uno de sus movimientos y parecer idénticos..., pero luego pensó que esa idea era simplemente estúpida. Eran muy parecidos físicamente, sin embargo. Ambos altos y delgados, rubios; eran magníficos al andar, seguros de sí mismos. Ángeles gemelos, y la brillante luz verde que caía entre las hojas hacía resplandecer sus trajes negros de combate.

     Recordó a Sebastian, su querido hermano. Podría decirse que él de alguna manera la había traicionado, ocultándole la verdad junto a sus padres durante toda su vida. Pero no era su culpa. Emili lo seguía viendo con el mismo cariño de siempre, y lo echaba de menos. 

      Llegaron al campo de entrenamiento. Ben le lanzó a Bea un objeto como el que había estado utilizando el día anterior, en forma de celular. Ella lo atrapó con facilidad y se echó a correr bajo las sombras de los árboles al rededor del claro, manteniendo el objeto en alto. Ben hizo lo mismo que Bea, solo que en dirección contraria. Los tres muchachos quedaron solos.
     -¿Creen que en realidad volvamos a ver a James el día de hoy?- preguntó Wenndy en tono aburrido, como si no hubiera otra cosa de qué hablar. 

     -Más vale que comencemos- le cortó Daniell en tono superior, sacando de una de las bolsas de lona de Bea una enorme espada plateada en las manos -Parece que está a punto de llover. Emili, ven conmigo. 
     Ella acudió a donde iba; Daniell cargaba con una de las bolsas que contenían armas, se dirigieron hacia una altiplanicie sobre una colina, toda plana. Allí, el muchacho le dio una espada casi tan grande como la que sostenía y comenzaron a entrenar.
      -Equilibrio- le decía Daniell entre chasquido y chasquido- es indispensable en la pelea: no trastabilles.
     Emili a penas podía entender lo que decía. La espada con la que entrenaba era aún más pesada que el bate de baseball de Bea. Daniell, a pesar de que no se esforzaba mucho por sostener su espada y hacerla chocar contra la de ella, era fuerte. A Emili le dolían los brazos del esfuerzo que hacía por mantener la espada en pie y blandirla hacia el frente, cada chasquido hoja a hoja era un sonoro latigazo plateado a los oídos. Después Daniell la hizo practicar cómo guardar rápidamente la espada en el cinto de cuero sin rebanarse el brazo. 
     -Tus brazos están muy débiles- señaló el muchacho, observando cómo lo hacía- En lo que respecta a la pelea, te falta equilibrio y elasticidad.
     -¿Dices que estoy tiesa?
     -Sí. Teníamos la oportunidad de practicar en una verdadera sala de entrenamiento cuando vivíamos en el Instituto de Londres: todo equipado. Contaba con gruesas cuerdas de las que te podías colgar; altas vigas en el techo y colchonetas en el suelo. Lo único que tenemos aquí es pasto.
     -Entonces no podré estar tan bien entrenada como ustedes- puntualizó Emili en un tono de voz afligido por el cansancio. 
     -No, podrás hacerlo- corrigió Daniell, quitandole la espada de las manos para girarla y colocarla correctamente en la funda del cinturón de ella- .Simplemente te llevará más tiempo.
     Después de otro rato de entrenamiento, Daniell dió media vuelta diciendo que era suficiente, llendo a guardar las armas en la bolsa.
     Dando un bufido, Emili se dejó caer sobre el húmedo césped con la vista al cielo. Era gris en el Este, pero del otro lado estaba tan limpio como una patata. El viento soplaba en dirección a las blancas montañas del horizonte, viento frío que despeinaba los cabellos y hacía que la piel se rizara. 
     Observó más allá, a un par de siluetas que se detenían en el claro, sosteniendo detectores metálicos sobre sus cabezas para buscar actividad demoníaca. James había aparecido y ahora se enfrentaba a un duelo de espadas con Wenndy, más abajo en el claro. Incluso a aquella distancia oía las risas y voces de ambos, como los verdaderos hermanos que eran.
     Daniell y Emili bajaron a donde ellos en unos minuto para comenzar una caminata por el bosque. El aire que se respiraba en New Forest resultaba simplemente delicioso. Era como inhalar una bocanada del mismo bosque, fresco, que viajaba por todo el cuerpo en un instante, hasta la punta de los pies.