Capítulo 6
Relato inesperado
La lluvia caía lentamente rociando el pasto verde del jardín. Una leve brisa soplaba fresca desde el este hacia el Támesis, barriendo el frío hacia la ciudad. Entre los tejados de las casas, el río se hacía visible , con sus aguas grises resplandeciendo bajo la tormenta. Bajo las sombras del techo de la casa, Emili temblaba de frío sentada sobre las heladas escaleras de entrada. Mantenía las manos bajo la barbilla y los ojos puestos en la lluvia. Bajo sus pies comenzaba a formarse un charco de escarcha transparente. Junto a ella, Ben se debatía entre sus pensamientos.
-Bueno.. debes saber, Emili, que hace cincuenta años el mundo de los humanos vivía del mismo modo que el mundo subterráneo; con... normalidad. Hace más de mil años, el ángel Raziel bajó del cielo y mezcló su sangre con la de los humanos para crear una nueva raza de inmortales: los cazadores de sombras- se detuvo y esperó.
Emili asintió y se colocó de lado hacia él.
-La raza de los néfilim (mitad ángel, mitad humano) ha existido desde entonces-continuó sin alzar mirada- Se han encargado de proteger el mundo subterráneo y el de los humanos.
-Los subterráneos- repitió ella, recordando vagamente el libro de historias que leía en el instituto- se refiere a los magos, brujas, vampiros, hombres lobo y todas esas cosas.
Ben asintió y le dedicó una cálida sonrisa de comprensión.
-Los néfilim nos han estado protegiendo de los demonios, quienes desde el principio de todos los tiempos han entrado a éste mundo, a través de las salvaguardas; para alimentarse, para viajar a otra dimensión, pero sobre todo para marcar y ganar territorio. Los néfilim han podido con ellos, desde luego.
"Pero desde hace cincuenta años o más que los demonios desaparecieron; se fueron extinguiendo, no quedaban más. La Clave (puedes tomarlo como... el... gobierno de los néfilim por decirlo de alguna manera) dió por hecho en los últimos Acuerdos que los demonios y criaturas del exterior se han extinguido; que los cazadores de sombras no tendrían trabajo por un buen tiempo. Pero nadie dijo que la raza de los néfilim se extinguiría, nunca.
Emili lo miró de reojo en un minuto de silencio; estaba algo mareada, pero intentaba seguirle el ritmo.
-Los cazadores de sombras han estado inactivos desde ese entonces, que no había demonios contra los cuales luchar, ni humanos débiles a quienes proteger- miró hacia la lluvia que caía a cántaros- Nadie creyó que fuera necesaria la existencia de los néfilim. Estaba escrito en el libro de Enoc que llegaría el tiempo en que los cazadores de sombras triunfaran y dejaran el mundo libre de criaturas malignas, y entonces ellos desaparecerían tambien de la faz de la Tierra. Jamás alguien creyó que aquello llegaría a ser cierto. Ellos son los únicos cazadores de sombras que hay cerca de Londres- comentó y Emili supo que se refería a los que habitaban en la pequeña casa de Bea- Hay muchos otros, claro. Hay cazadores de sombras que no han querido saber nada de su mundo de orígen, ni de criaturas del submundo, ni de nada. Se les llama exiliados. Hay quienes incluso no sabían que lo eran... hasta ahora- supo que se refería a ella.
-"Hay muy pocos ya en el mundo, y esos pocos apenas tienen el conocimiento y la capacidad que tenían los de su raza cuando se dedicaban a hacer su deber en la Tierra. Tan pocos hay ya, ahora que aparecen de la nada... y nadie que los aniquile...
Ben daba golpecitos nerviosos a los escalones con la punta de las botas.
-Beatrice- murmuró Emili- parece como si la conocieras de hace tiempo...
El hombre ladeó la cabeza y la miró a los ojos por un momento con una ligera sonrisa pintada en los labios.
-Si lo quieres saber- dijo, cruzándose de brazos y recostándose sobre la pared- tendrás que prestar mucha atención a lo siguiente que te voy a contar.
Ella asintió deprisa, pero enseguida se arrepintió. No estaba muy segura de si quería saberlo; ya tenía más que suficiente atrapada en la atmósfera llena de suspenso que se empezaba a formar al rededor. Ben había cambiado la mirada hacia abajo. Parecía algo triste...
-Clarice... tu madre, y yo vivíamos con mi padre en una cabaña en el campo a las afueras de Gales cuando teníamos tu edad- la mención de su madre hizo que le diera un vuelco el estómago-.Tu abuelo recorría el bosque cada mañana a cortar leña para luego venderla en la ciudad. Yo cuidaba de Clarice, pues soy dos años mayor y tu abuelo siempre había tenido... un cariño sobreprotector hacia tu madre que yo no alcanzaba a comprender.
"Cuando cumplí once años, mi padre me sacó del colegio, diciendo que era tiempo de educarme como quien yo era. Yo no tenía idea de qué se trataba; era un niño apenas. Me habló sobre el mundo subterráneo: criaturas y demonios que to no tenía ni la menor idea de que existían. Todas las tardes, cuando a Clarice se la llevaban las madres misioneras a los retiros, me hablaba un poco y era una orden que yo no mencionara nada a tu madre.
"Me obsequió un pilar de libros de pociones y curas; información sobre extrañas plantas y medicinas caceras. Cuando cumplí catorce años, me sacó de la cabaña a escondidas y me presentó ante la Clave como un brujo. Todo aquello sin que Clarice supiera algo...
Todo aquello llevaba a una clara pero extraña conclusión.
-Entonces... mi madre... también es bruja...- aventuró ella, boquiabierta y sin poder dejar de sonreir de la vaga sorpresa que le causaba todo eso.
-A medias- corrigió Ben- Tu abuelo solo me educó a mí como un brujo. No la tomaba en cuenta a ella por ser demasiado joven, y una mujer además. Nunca la crió como a mí, pero hubo un tiempo en el que ella comenzó a sospechar.
"Comenzó a sospechar por que yo leía demasiado, cosa que no era normal en un hombre entonces, por mi repentina admiración y respeto hacia nuestro padre, y por mis frecuentes salidas nocturnas hacia el mundo de las sombras. Para mi sorpresa, no tu madre no reaccionó cuando le afirmé sus sospechas y le dije que era un brujo. Tu abuelo entonces nos había hablado sobre su procedencia y su sabiduría como hechicero, sobre el mundo que se ocultaba ante nosotros y el peligro que acechaba allá afuera. Pero Clarice nunca estuvo de acuerdo con todo eso.
"Conforme iban pasando los años yo me volvía un maestro en la magia y la curación, y en el conocimiento sobre el mundo subterráneo, y los néfilim. Tu madre asistía al bachillerato de la ciudad. Fue ahí donde conoció a Peter.
-Mi padre- masculló Emili.
-Peter Brown parecía un hombre un buen hombre; amable, honrado y cariñoso. No me extrañó que Clarice se enamorara con tal facilidad. En sus primeros días, salían a escondidas de mi padre, pero con mi consentimiento, claro. Clarice no se atrevía a hablarle a nuestro padre sobre Peter. En cambio a mí me decía todo sobre él y me pedía que lo mantuviera en secreto. Recuerdo bien lo enamorada que estaba- rió él- cantaba en las tardes mientras lavaba la ropa, cuando creía que nadie la veía, y escribía el nombre de tu padre en las paredes de su habitación con tiza. Yo acepté aquel asunto de la manera más natural que me fue posible. Tiempo atrás me había dicho a mi mismo que eso llegaría a pasar algún día. Es algo que nunca voy a olvidar.
"Entonces todo cambió una tarde de septiembre. Tu madre regresó temprano a casa. Comenzó con los quehaceres como solía hacer habitualmente, pero yo notaba lo nerviosa que estaba. Supe enseguida que algo había ocurrido entre ella y Peter, y acudí de inmediato a ayudarla. Me habló en voz baja, temblorosa. Me dijo que por la tarde Peter iría a presentarse ante nuestro padre. Le dije que no se preocupara, que aquello era una señal de que todo iba bien. Pero su actitud no cambió.
"Al atardecer tu padre tocó la puerta de la casa. Recuerdo que Clarice tartamudeaba cuando aquel día le dijo a nuestro padre que salía con Peter desde hace varios días, cómo temblaba... En cambio mi padre se lo había tomado con tranquilidad, y había dicho que sería todo un placer conocer al joven Brown. Pero Clarice seguía nerviosa.
"Abrió la puerta principal y ahí estaba Peter. Bien preciado y elegante; honrado como es, saludó a mi padre con amabilidad. Yo observaba curioso desde la cocina. Observaba como mi padre cambiaba a una expresión de rechazo, enojo, odio... y no entendía por qué. Tu padre y tu madre también lo notaban. Algo que Clarice me había estado ocultando sin tener idea de que mencionarle sería lo mejor, y algo que Peter sabía claramente que pasaría. Mi padre hechó a Peter de la casa, gritando que era un asesino y que no merecía estar con su hija. Cerró la puerta de golpe; yo ya me había puesto en pie, pero él ya había arrojado a Clarice contra el suelo, y la golpeaba, amenazándola con que mataría a Peter si se atrevía a pisar nuestras tierras.
"Clarice lloraba en silencio, tirada en el suelo sin poder hacer algo, cuando llegué a ellos y los separé. Tu abuelo su marchó furioso y no apareció sino hasta el otro día. Llevé a Clarice a la cama...- Ben dudó, algo le ocultaba... ¿Se habría desmayado su madre? Emili no sabía si las gotas que bajaban por sus mejillas eran lluvia o lágrimas- Me confesó que Peter era un cazador de sombras y que a ella le daba igual lo que fuera; lo amaba con locura. No me había mencionado aquello por que creía que se lo diría a nuestro padre, y sabía lo que pasaría. Pero Peter, por otra parte, quiso presentarse, ateniéndose a las consecuencias. Mi padre descubrió a primera vista la identidad de Peter por gracia de las runas, que sobresalían de su cuello y manos la primera y única vez que lo vió.
"Acompañé a Clarice esa noche. Yo no sabía qué hacer. No sabíamos a dónde había ido Peter. Ella temía no volverlo a ver, pero tu padre regresó al día siguiente, mientras tu abuelo y yo no estábamos. Mi padre había colocado un hechizo de protección alrededor de la casa, que no permitía a nadie acercarse entonces al perímetro, ni a ella salir de esa jaula. Peter llamó a Clarice desde el jardín y ella lo miró desde la ventanilla.
"Le dijo que lo lamentaba y que la dejaría en paz, que la amaba más que a nada ni nadie en el mundo y que jamás la olvidaría. Tu madre negó con llantos y rogó que no la dejara. Ninguno de los dos estaba dispuesto a abandonarse. Peter le dijo que si los descubríamos, mi padre lo mataría.
"Peter prometió entonces verla cada noche desde el jardín, y así fué. Ni tu madre ni tu padre soportaba la idea de no verse en mucho tiempo; mientras Clarice se quedaba sola dentro del hechizo, tu padre hablaba con ella desde abajo, así fué por muchos días. Yo no sé como pudieron soportarlo, quizá fueron meses los que transcurrieron de esa manera; sin tocarse, son poder abrazarse ni besarse, él la veía desde el jardín y ella le hablaba desde la ventana. Yo estaba tan feliz de que ella se sintiera bien, y de que Peter tuviera tan buen corazón. Tu madre me contaba todo y yo ansiaba poder hacer algo por ellos... Pero eramos tan jóvenes...
"Una noche de verano, cuando todos dormíamos... o eso creía yo, mi padre se desperó al oir pisadas en el exterior y susurros fuera de la casa. Escuché como subía las escaleras a la habitación de tu madre y abría la puerta con un chirrido... Peter estaba en el jardín, hablando con Clarice a media noche.
"Oí como mi padre tiraba a Clarice al suelo y la golpeaba. Sus gritos me mantenían paralizado en la puerta de mi habitación. Tu padre lanzaba piedrecillas a mi ventana- "Benjamín- me decía- .La está lastimando, ayúdala porfavor". No recuerdo como pasaron las cosas esa noche, pero en un momento yo ya me encontraba entre mi abuelo y tu madre. Ella sangraba y se estremecía en el suelo, como un pajarillo caído del nido, y ni siquiera le quedaban fuerzas para gritar. Cuando mi padre se fue, le susurré al oido que Peter se había marchado, pero no para siempre, y que eso no podía seguir así por más tiempo. Le dije que tenía un plan.
"Y claro, Emili. Yo tenía un plan. Y ese plan implicó un dolor en mi corazón que con el cual aprendí a vivir a travéz de los años, pero yo estaba seguro de que hacía un bien, a ella y a Peter.
"Siguiendo mi ingeniosa idea, tu madre saltó a los brazos de tu padre desde la ventanilla a la noche siguiente, con mi ayuda. Escaparon una noche de otoño y se perdieron por el bosque. Antes de escabullirse entre los árboles, Clarice se volteó hacia mi y me agradeció en un susurro, y en sus ojos vi todo lo que yo había querido para ella: su felicidad.
Se prolongó un largo silencio. Emili se mordía el labio inferior y se rascaba la mejilla con la manga del suéter.
-Pobre mamá- susurró, agitando distraídamente la cabeza. Tanto se había enojado con aquella mujer, tantas veces le había dicho que no la comprendía, que la odiaba. Y ahora que conocía su verdadero pasado...- Ben, y no la has vuelto a ver...- balbuceó.
Él negó tristemente con la cabeza, pero sonrió.
-El final es más feliz- le animó Ben, atrapado una hoja seca con la suela de la bota- Después de un mes de su huida, tu madre me envió una carta. Se encontraban en Norteamérica, Nueva York. Me dijo como se sentía y lo feliz que era, pero que lamentaba mucho haberse ido de mi, y que me hechaba de menos más que nada. Estaba aterrada con la idea de que mi padre fuera a culparme a mí por haberla dejado ir. Me escribió que vivía felizmente con Peter en una casita en Manhattan, que no había sido más feliz en la vida y lo mucho que deseaba que yo estuviera ahí. Incluso llegó a enviarme dinero para mi pasaporte a America, pero no fue suficiente.
"Yo continuaba mis estudios en la cabaña en Gales. Era un brujo, y eso era todo lo que quedaba a mi alcance. Me dediqué por completo a la investigación y la filosofía, vivía tranquilo por que Clarice estaba bien. Tu abuelo sabía que tu madre se había marchado para siempre, pero nunca supo a dónde, y ni siquiera pareció tomarle importancia entonces. Vivimos en la cabaña por los siguientes tres meses.
"Me llegó otra carta de tu madre en febrero siguiente. Peter trabajaba en un banco en Brooklyn y ella se encargaba de la casa. Estaba embarazada.
Emili no pudo evitar sonreir.
-Sebastian- enunció. Recordó a su hermano, a quien tanto quería y hechaba de menos. Asintió para que Ben prosiguiera.
-Tu madre, a partir de aquel día, comenzó a enviarme fotografías cada semana. Fotografías de ella y tu padre, postales del Central Park y saludos de Peter. Y yo respondía discretamente a sus cartas, diciendo que también la extrañaba y la hechaba de menos. Y aún sigo haciéndolo- sonrió con tristeza.
-Y un diesisiete de septiembre de ese año, Sebastian Brown vino a la vida.
La chica frunció el ceño.
-Tu... has...¿visto a mi hermano alguna vez?
Ben negó con la cabeza.
-No- respondió- .Tu madre me envió fotografías con los primeros años de vida del pequeño. Había nacido sano y fuerte. Con el paso de los años, comenzé a ver a Sebastian en las otograías que me enviaba como vi a tu padre la primera vez: firme y honrado, un buen hombre, un caballero.
"Eh... se puede decir que no cosco a tu hermano en persona. Lo he visto solo en fotografías y en cartas de tu madre, y también sé que ella le ha hablado de mí- volvió la mirada tranquila al rostro de Emili- Sebastian se parece mucho a tu padre.
Ella medio sonrió. La gente solía decir cosas sobre el gran parecido de Sebastian a su padre. Pero al compararse ella con algún miembro de su familia, incluso con su madre, simplemente no se hallaba.
-¿Y qué pasa con mi hermano? ¿Sabe él...
-...que tu padre es un cazador de sombras?- concluyó él- Sí. Peter lo entrenó como tal desde que era un niño apenas. Más bien, lo educó como tal. Igual que hizo mi padre conmigo.
Emili gimió. Fue más un sonido como entre una risa y una tos.
-No puedo creer que nadie me lo dijera- murmuró.
Notó como Ben se sonrojaba levemente, aunque su sonrisa pasó a ser una expresión de seriedad.
-Verás, querida, el hecho de que te mudaras conmigo hace un año... tiene que ver un poco con tu madre.
Él esperaba una respuesta por parte de Emili mientras atrapaba la lluvia con sus botas negras.
-No entiendo, Ben. ¿A qué va todo ésto? ¿Qué pasa con mi madre?
Ben hizo una mueca, pestañeando varias veces. Vaciló un momento, y tartamudeó después.
-No se como... decirtelo, Emili. Tu madre sabía que algo andaba mal desde que naciste... No contigo, ella se sentía mal y sabía que algo malo vendría cuando nacieras... que... que... Ella tenía un especie de presentimiento acerca del futuro. Sabía que ésto iba a pasar. Por eso te envió conmigo cuando cumpliste quince años, para que yo te protegiera.
Ella lo miró sin comprender nada, o quizá si lo entendía, pero estaba muda.
-Nunca me dijo la razón o el propósito concreto por el que me pedía aquello- continuó- .Simplemente me rogó que estuviera preparado para cuando te hicieras más mayor... Y cuando le cuestioné sobre el asunto, no me devolvió la carta.
Ben se volvió hacia ella a tiempo para verle menear la cabeza y fruncir los labios .
-No lo comprendo. Todo iba con normalidad. ¿Que algo no va bien, conmigo?- miró a su tío con preocupación- Estoy perfectamente... ¿Y si ella sabía que me buscarían? ¿Los demonios? ¿Que querían el medallón? ¿Por eso me mandó contigo, para librarse de mí? Ben... ¿qué sucede conmigo?
-Tu madre te envió conmigo por que sabía que yo podría cuidarte mejor, por que mi padre me educó con sabiduría en el mundo de las sombras y entonces podría tambien averiguarlo por mi cuenta...
Otro minuto de silencio. Emili sentía un nudo en el estómago que la consumía por dentro. Un nudo de dolor y compasión. Sacudía levemente la cabeza, tratando de ubicarse nuevamente en la realidad.
-No comprendo-repitió.
Ben se giró hacia ella y le pasó un brazo por los hombros, tranquilizandola con éxito claro.
-Ben- le llamó ella- Quiero ayudarlos a descubrir qué es lo que pasa- el la miró como si estuviese loca- Soy una cazadora de sombras- le sonrió.
-Será mejor que entremos- dijo él con una sonrisa, y ambos miraron la lluvia que poco a poco cesaba- Se hace tarde.
-Bueno.. debes saber, Emili, que hace cincuenta años el mundo de los humanos vivía del mismo modo que el mundo subterráneo; con... normalidad. Hace más de mil años, el ángel Raziel bajó del cielo y mezcló su sangre con la de los humanos para crear una nueva raza de inmortales: los cazadores de sombras- se detuvo y esperó.
Emili asintió y se colocó de lado hacia él.
-La raza de los néfilim (mitad ángel, mitad humano) ha existido desde entonces-continuó sin alzar mirada- Se han encargado de proteger el mundo subterráneo y el de los humanos.
-Los subterráneos- repitió ella, recordando vagamente el libro de historias que leía en el instituto- se refiere a los magos, brujas, vampiros, hombres lobo y todas esas cosas.
Ben asintió y le dedicó una cálida sonrisa de comprensión.
-Los néfilim nos han estado protegiendo de los demonios, quienes desde el principio de todos los tiempos han entrado a éste mundo, a través de las salvaguardas; para alimentarse, para viajar a otra dimensión, pero sobre todo para marcar y ganar territorio. Los néfilim han podido con ellos, desde luego.
"Pero desde hace cincuenta años o más que los demonios desaparecieron; se fueron extinguiendo, no quedaban más. La Clave (puedes tomarlo como... el... gobierno de los néfilim por decirlo de alguna manera) dió por hecho en los últimos Acuerdos que los demonios y criaturas del exterior se han extinguido; que los cazadores de sombras no tendrían trabajo por un buen tiempo. Pero nadie dijo que la raza de los néfilim se extinguiría, nunca.
Emili lo miró de reojo en un minuto de silencio; estaba algo mareada, pero intentaba seguirle el ritmo.
-Los cazadores de sombras han estado inactivos desde ese entonces, que no había demonios contra los cuales luchar, ni humanos débiles a quienes proteger- miró hacia la lluvia que caía a cántaros- Nadie creyó que fuera necesaria la existencia de los néfilim. Estaba escrito en el libro de Enoc que llegaría el tiempo en que los cazadores de sombras triunfaran y dejaran el mundo libre de criaturas malignas, y entonces ellos desaparecerían tambien de la faz de la Tierra. Jamás alguien creyó que aquello llegaría a ser cierto. Ellos son los únicos cazadores de sombras que hay cerca de Londres- comentó y Emili supo que se refería a los que habitaban en la pequeña casa de Bea- Hay muchos otros, claro. Hay cazadores de sombras que no han querido saber nada de su mundo de orígen, ni de criaturas del submundo, ni de nada. Se les llama exiliados. Hay quienes incluso no sabían que lo eran... hasta ahora- supo que se refería a ella.
-"Hay muy pocos ya en el mundo, y esos pocos apenas tienen el conocimiento y la capacidad que tenían los de su raza cuando se dedicaban a hacer su deber en la Tierra. Tan pocos hay ya, ahora que aparecen de la nada... y nadie que los aniquile...
Ben daba golpecitos nerviosos a los escalones con la punta de las botas.
-Beatrice- murmuró Emili- parece como si la conocieras de hace tiempo...
El hombre ladeó la cabeza y la miró a los ojos por un momento con una ligera sonrisa pintada en los labios.
-Si lo quieres saber- dijo, cruzándose de brazos y recostándose sobre la pared- tendrás que prestar mucha atención a lo siguiente que te voy a contar.
Ella asintió deprisa, pero enseguida se arrepintió. No estaba muy segura de si quería saberlo; ya tenía más que suficiente atrapada en la atmósfera llena de suspenso que se empezaba a formar al rededor. Ben había cambiado la mirada hacia abajo. Parecía algo triste...
-Clarice... tu madre, y yo vivíamos con mi padre en una cabaña en el campo a las afueras de Gales cuando teníamos tu edad- la mención de su madre hizo que le diera un vuelco el estómago-.Tu abuelo recorría el bosque cada mañana a cortar leña para luego venderla en la ciudad. Yo cuidaba de Clarice, pues soy dos años mayor y tu abuelo siempre había tenido... un cariño sobreprotector hacia tu madre que yo no alcanzaba a comprender.
"Cuando cumplí once años, mi padre me sacó del colegio, diciendo que era tiempo de educarme como quien yo era. Yo no tenía idea de qué se trataba; era un niño apenas. Me habló sobre el mundo subterráneo: criaturas y demonios que to no tenía ni la menor idea de que existían. Todas las tardes, cuando a Clarice se la llevaban las madres misioneras a los retiros, me hablaba un poco y era una orden que yo no mencionara nada a tu madre.
"Me obsequió un pilar de libros de pociones y curas; información sobre extrañas plantas y medicinas caceras. Cuando cumplí catorce años, me sacó de la cabaña a escondidas y me presentó ante la Clave como un brujo. Todo aquello sin que Clarice supiera algo...
Todo aquello llevaba a una clara pero extraña conclusión.
-Entonces... mi madre... también es bruja...- aventuró ella, boquiabierta y sin poder dejar de sonreir de la vaga sorpresa que le causaba todo eso.
-A medias- corrigió Ben- Tu abuelo solo me educó a mí como un brujo. No la tomaba en cuenta a ella por ser demasiado joven, y una mujer además. Nunca la crió como a mí, pero hubo un tiempo en el que ella comenzó a sospechar.
"Comenzó a sospechar por que yo leía demasiado, cosa que no era normal en un hombre entonces, por mi repentina admiración y respeto hacia nuestro padre, y por mis frecuentes salidas nocturnas hacia el mundo de las sombras. Para mi sorpresa, no tu madre no reaccionó cuando le afirmé sus sospechas y le dije que era un brujo. Tu abuelo entonces nos había hablado sobre su procedencia y su sabiduría como hechicero, sobre el mundo que se ocultaba ante nosotros y el peligro que acechaba allá afuera. Pero Clarice nunca estuvo de acuerdo con todo eso.
"Conforme iban pasando los años yo me volvía un maestro en la magia y la curación, y en el conocimiento sobre el mundo subterráneo, y los néfilim. Tu madre asistía al bachillerato de la ciudad. Fue ahí donde conoció a Peter.
-Mi padre- masculló Emili.
-Peter Brown parecía un hombre un buen hombre; amable, honrado y cariñoso. No me extrañó que Clarice se enamorara con tal facilidad. En sus primeros días, salían a escondidas de mi padre, pero con mi consentimiento, claro. Clarice no se atrevía a hablarle a nuestro padre sobre Peter. En cambio a mí me decía todo sobre él y me pedía que lo mantuviera en secreto. Recuerdo bien lo enamorada que estaba- rió él- cantaba en las tardes mientras lavaba la ropa, cuando creía que nadie la veía, y escribía el nombre de tu padre en las paredes de su habitación con tiza. Yo acepté aquel asunto de la manera más natural que me fue posible. Tiempo atrás me había dicho a mi mismo que eso llegaría a pasar algún día. Es algo que nunca voy a olvidar.
"Entonces todo cambió una tarde de septiembre. Tu madre regresó temprano a casa. Comenzó con los quehaceres como solía hacer habitualmente, pero yo notaba lo nerviosa que estaba. Supe enseguida que algo había ocurrido entre ella y Peter, y acudí de inmediato a ayudarla. Me habló en voz baja, temblorosa. Me dijo que por la tarde Peter iría a presentarse ante nuestro padre. Le dije que no se preocupara, que aquello era una señal de que todo iba bien. Pero su actitud no cambió.
"Al atardecer tu padre tocó la puerta de la casa. Recuerdo que Clarice tartamudeaba cuando aquel día le dijo a nuestro padre que salía con Peter desde hace varios días, cómo temblaba... En cambio mi padre se lo había tomado con tranquilidad, y había dicho que sería todo un placer conocer al joven Brown. Pero Clarice seguía nerviosa.
"Abrió la puerta principal y ahí estaba Peter. Bien preciado y elegante; honrado como es, saludó a mi padre con amabilidad. Yo observaba curioso desde la cocina. Observaba como mi padre cambiaba a una expresión de rechazo, enojo, odio... y no entendía por qué. Tu padre y tu madre también lo notaban. Algo que Clarice me había estado ocultando sin tener idea de que mencionarle sería lo mejor, y algo que Peter sabía claramente que pasaría. Mi padre hechó a Peter de la casa, gritando que era un asesino y que no merecía estar con su hija. Cerró la puerta de golpe; yo ya me había puesto en pie, pero él ya había arrojado a Clarice contra el suelo, y la golpeaba, amenazándola con que mataría a Peter si se atrevía a pisar nuestras tierras.
"Clarice lloraba en silencio, tirada en el suelo sin poder hacer algo, cuando llegué a ellos y los separé. Tu abuelo su marchó furioso y no apareció sino hasta el otro día. Llevé a Clarice a la cama...- Ben dudó, algo le ocultaba... ¿Se habría desmayado su madre? Emili no sabía si las gotas que bajaban por sus mejillas eran lluvia o lágrimas- Me confesó que Peter era un cazador de sombras y que a ella le daba igual lo que fuera; lo amaba con locura. No me había mencionado aquello por que creía que se lo diría a nuestro padre, y sabía lo que pasaría. Pero Peter, por otra parte, quiso presentarse, ateniéndose a las consecuencias. Mi padre descubrió a primera vista la identidad de Peter por gracia de las runas, que sobresalían de su cuello y manos la primera y única vez que lo vió.
"Acompañé a Clarice esa noche. Yo no sabía qué hacer. No sabíamos a dónde había ido Peter. Ella temía no volverlo a ver, pero tu padre regresó al día siguiente, mientras tu abuelo y yo no estábamos. Mi padre había colocado un hechizo de protección alrededor de la casa, que no permitía a nadie acercarse entonces al perímetro, ni a ella salir de esa jaula. Peter llamó a Clarice desde el jardín y ella lo miró desde la ventanilla.
"Le dijo que lo lamentaba y que la dejaría en paz, que la amaba más que a nada ni nadie en el mundo y que jamás la olvidaría. Tu madre negó con llantos y rogó que no la dejara. Ninguno de los dos estaba dispuesto a abandonarse. Peter le dijo que si los descubríamos, mi padre lo mataría.
"Peter prometió entonces verla cada noche desde el jardín, y así fué. Ni tu madre ni tu padre soportaba la idea de no verse en mucho tiempo; mientras Clarice se quedaba sola dentro del hechizo, tu padre hablaba con ella desde abajo, así fué por muchos días. Yo no sé como pudieron soportarlo, quizá fueron meses los que transcurrieron de esa manera; sin tocarse, son poder abrazarse ni besarse, él la veía desde el jardín y ella le hablaba desde la ventana. Yo estaba tan feliz de que ella se sintiera bien, y de que Peter tuviera tan buen corazón. Tu madre me contaba todo y yo ansiaba poder hacer algo por ellos... Pero eramos tan jóvenes...
"Una noche de verano, cuando todos dormíamos... o eso creía yo, mi padre se desperó al oir pisadas en el exterior y susurros fuera de la casa. Escuché como subía las escaleras a la habitación de tu madre y abría la puerta con un chirrido... Peter estaba en el jardín, hablando con Clarice a media noche.
"Oí como mi padre tiraba a Clarice al suelo y la golpeaba. Sus gritos me mantenían paralizado en la puerta de mi habitación. Tu padre lanzaba piedrecillas a mi ventana- "Benjamín- me decía- .La está lastimando, ayúdala porfavor". No recuerdo como pasaron las cosas esa noche, pero en un momento yo ya me encontraba entre mi abuelo y tu madre. Ella sangraba y se estremecía en el suelo, como un pajarillo caído del nido, y ni siquiera le quedaban fuerzas para gritar. Cuando mi padre se fue, le susurré al oido que Peter se había marchado, pero no para siempre, y que eso no podía seguir así por más tiempo. Le dije que tenía un plan.
"Y claro, Emili. Yo tenía un plan. Y ese plan implicó un dolor en mi corazón que con el cual aprendí a vivir a travéz de los años, pero yo estaba seguro de que hacía un bien, a ella y a Peter.
"Siguiendo mi ingeniosa idea, tu madre saltó a los brazos de tu padre desde la ventanilla a la noche siguiente, con mi ayuda. Escaparon una noche de otoño y se perdieron por el bosque. Antes de escabullirse entre los árboles, Clarice se volteó hacia mi y me agradeció en un susurro, y en sus ojos vi todo lo que yo había querido para ella: su felicidad.
Se prolongó un largo silencio. Emili se mordía el labio inferior y se rascaba la mejilla con la manga del suéter.
-Pobre mamá- susurró, agitando distraídamente la cabeza. Tanto se había enojado con aquella mujer, tantas veces le había dicho que no la comprendía, que la odiaba. Y ahora que conocía su verdadero pasado...- Ben, y no la has vuelto a ver...- balbuceó.
Él negó tristemente con la cabeza, pero sonrió.
-El final es más feliz- le animó Ben, atrapado una hoja seca con la suela de la bota- Después de un mes de su huida, tu madre me envió una carta. Se encontraban en Norteamérica, Nueva York. Me dijo como se sentía y lo feliz que era, pero que lamentaba mucho haberse ido de mi, y que me hechaba de menos más que nada. Estaba aterrada con la idea de que mi padre fuera a culparme a mí por haberla dejado ir. Me escribió que vivía felizmente con Peter en una casita en Manhattan, que no había sido más feliz en la vida y lo mucho que deseaba que yo estuviera ahí. Incluso llegó a enviarme dinero para mi pasaporte a America, pero no fue suficiente.
"Yo continuaba mis estudios en la cabaña en Gales. Era un brujo, y eso era todo lo que quedaba a mi alcance. Me dediqué por completo a la investigación y la filosofía, vivía tranquilo por que Clarice estaba bien. Tu abuelo sabía que tu madre se había marchado para siempre, pero nunca supo a dónde, y ni siquiera pareció tomarle importancia entonces. Vivimos en la cabaña por los siguientes tres meses.
"Me llegó otra carta de tu madre en febrero siguiente. Peter trabajaba en un banco en Brooklyn y ella se encargaba de la casa. Estaba embarazada.
Emili no pudo evitar sonreir.
-Sebastian- enunció. Recordó a su hermano, a quien tanto quería y hechaba de menos. Asintió para que Ben prosiguiera.
-Tu madre, a partir de aquel día, comenzó a enviarme fotografías cada semana. Fotografías de ella y tu padre, postales del Central Park y saludos de Peter. Y yo respondía discretamente a sus cartas, diciendo que también la extrañaba y la hechaba de menos. Y aún sigo haciéndolo- sonrió con tristeza.
-Y un diesisiete de septiembre de ese año, Sebastian Brown vino a la vida.
La chica frunció el ceño.
-Tu... has...¿visto a mi hermano alguna vez?
Ben negó con la cabeza.
-No- respondió- .Tu madre me envió fotografías con los primeros años de vida del pequeño. Había nacido sano y fuerte. Con el paso de los años, comenzé a ver a Sebastian en las otograías que me enviaba como vi a tu padre la primera vez: firme y honrado, un buen hombre, un caballero.
"Eh... se puede decir que no cosco a tu hermano en persona. Lo he visto solo en fotografías y en cartas de tu madre, y también sé que ella le ha hablado de mí- volvió la mirada tranquila al rostro de Emili- Sebastian se parece mucho a tu padre.
Ella medio sonrió. La gente solía decir cosas sobre el gran parecido de Sebastian a su padre. Pero al compararse ella con algún miembro de su familia, incluso con su madre, simplemente no se hallaba.
-¿Y qué pasa con mi hermano? ¿Sabe él...
-...que tu padre es un cazador de sombras?- concluyó él- Sí. Peter lo entrenó como tal desde que era un niño apenas. Más bien, lo educó como tal. Igual que hizo mi padre conmigo.
Emili gimió. Fue más un sonido como entre una risa y una tos.
-No puedo creer que nadie me lo dijera- murmuró.
Notó como Ben se sonrojaba levemente, aunque su sonrisa pasó a ser una expresión de seriedad.
-Verás, querida, el hecho de que te mudaras conmigo hace un año... tiene que ver un poco con tu madre.
Él esperaba una respuesta por parte de Emili mientras atrapaba la lluvia con sus botas negras.
-No entiendo, Ben. ¿A qué va todo ésto? ¿Qué pasa con mi madre?
Ben hizo una mueca, pestañeando varias veces. Vaciló un momento, y tartamudeó después.
-No se como... decirtelo, Emili. Tu madre sabía que algo andaba mal desde que naciste... No contigo, ella se sentía mal y sabía que algo malo vendría cuando nacieras... que... que... Ella tenía un especie de presentimiento acerca del futuro. Sabía que ésto iba a pasar. Por eso te envió conmigo cuando cumpliste quince años, para que yo te protegiera.
Ella lo miró sin comprender nada, o quizá si lo entendía, pero estaba muda.
-Nunca me dijo la razón o el propósito concreto por el que me pedía aquello- continuó- .Simplemente me rogó que estuviera preparado para cuando te hicieras más mayor... Y cuando le cuestioné sobre el asunto, no me devolvió la carta.
Ben se volvió hacia ella a tiempo para verle menear la cabeza y fruncir los labios .
-No lo comprendo. Todo iba con normalidad. ¿Que algo no va bien, conmigo?- miró a su tío con preocupación- Estoy perfectamente... ¿Y si ella sabía que me buscarían? ¿Los demonios? ¿Que querían el medallón? ¿Por eso me mandó contigo, para librarse de mí? Ben... ¿qué sucede conmigo?
-Tu madre te envió conmigo por que sabía que yo podría cuidarte mejor, por que mi padre me educó con sabiduría en el mundo de las sombras y entonces podría tambien averiguarlo por mi cuenta...
Otro minuto de silencio. Emili sentía un nudo en el estómago que la consumía por dentro. Un nudo de dolor y compasión. Sacudía levemente la cabeza, tratando de ubicarse nuevamente en la realidad.
-No comprendo-repitió.
Ben se giró hacia ella y le pasó un brazo por los hombros, tranquilizandola con éxito claro.
-Ben- le llamó ella- Quiero ayudarlos a descubrir qué es lo que pasa- el la miró como si estuviese loca- Soy una cazadora de sombras- le sonrió.
-Será mejor que entremos- dijo él con una sonrisa, y ambos miraron la lluvia que poco a poco cesaba- Se hace tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario