martes, 29 de noviembre de 2011

Cinco Angeles- Capítulo 3 por: Sofi M

Capítulo 3
De demonios y brujería
    James entró a la casa de Beatrice haciendo una runa de apertura en el cerrojo de la puerta.  Encontró a Wenndy sentada en la sala, con un montón de libros apilados frente a ella en una mesilla. Escribía tranquilamente en un cuaderno; estaba estudiando, supuso. Él fué a sentarse frente a ella, en una silla y le clavó la mirada en un cruel intento de que ella se diera cuenta de su presencia. 
    -Bea no ha regresado- aventuró él después de medio minuto.
    -No- confirmó Wenn, sin agregar nada más. 
    No se detuvo a verlo siquiera. Ahora su mano se movía con rapidéz, sosteniendo la pluma sobre el papel. James se recostó en el respaldo de la silla, tallándose la cara con las manos en un intento de despejarse la cabeza. Pasado otro minuto, la muchacha se atrevió a mirarlo.
     -¿Dónde estabas?
     James sonrió sin abrir los ojos, tambaleándo la silla hacia atrás con los pies hasta que quesó firme en dos patas.
     -Entregué el medallón a su dueño. ¡A que no adivinas a quién pertenece!- exclamó haciendo un ademán sorprendido con las manos, agitandolas frente a Wenndy, quien le dirigió rapidamente una mirada de superioridad.
    -Humm.. creí que te ibas a quedar esa cosa- le espetó, aburrida- ¿A quién pertenecía?
    - Pertenece- la corrigió él, relajándo la postura- a una mundana.
    Wenn suspiró, nada sorprendida. Una mundana. ¿No conocía James a muchas mundanas? Muchísimas.
    -No a cualquier mundana- reclamó el muchacho al leer su expresión-. Una con la visión. Pudo verme.
    -Umm... qué bien...
    Su animada plática fué interrumpida por su hermano, que asomó por la entrada a la sala.
    -Llegó Bea- anunció.

    La joven Beatrice se hayaba cerrando las rejas del jardín con la estela cuando Wenndy salió corriendo de la casa hacia ella y la rodeó en un fuerte abrazo.
    -Bea, ¿dónde estabas?
    Bea le devolvió el abrazó y se giró para caminar hacia la casa, donde se encontraban Daniell y James.
     -¿Lo ves Wenn?- dijo burlón- Bea siempre regresa.
     -Estaba en el salón de Londres - respondió la mujer, ingnorándo la burla del muchacho-. Una pequeña reunión. Tengo algo que decirles.
     -Pudiste habernos llamado- se quejó Wenn como una niña pequeña, cuando los cuatro entraron a la casa.
    Beatrice los condujo de vuelta a la salita, con una expresión seria en el rostro. Se dirigió a la ventanilla mientras los muchachos se instalaban para oirla; Wenndy cruzó las piernas sobre el sofá; DAniell se acomodó en la silla y James se reostó en la pared con los brazos cruzados. Bea se volvió hacia ellos cuando se hizo el silencio en la habitación. Llevaba los negros cabellos atados en un chongo en la nuca y usaba las mismas ropas casuales que cuando se había ido. Paseó la mirada, fría y nerviosa por los ojos de los tres muchachos, tomó aire.
     -Hay demonios en Southampton.

     Emili caminó por enésima vez hacia la ventana de su habita´ción. Afuera, la lluvia otoñal caía como un susurro y las ojas secas se arremolinaban con el viento de hielo. Las calles del fraccionamiento seguían desiertas, como hacían cinco minutos antes. Había corrido las cortinas para poder ver el exterior; esperanzada con la idea de que en algún momento James aparecería allá abajo...
    ...Pero solo había viento y lluvia.
     Entonces escuchó voces provenientes de la planta baja. ¿Estaría Ben hablando por teléfono? Pero no, eran dos voces. Ben estaba con alguien. Era la voz de una chica. La voz de... ¿Maggali?
     Si, era ella. Estban en la cocina; Maggali con un vaso de leche medio lleno y Ben sentado frente a ella, escuchando atento lo que decía ella. Ambos voltearon al ver que Emili entraba an la cocina.
      -Oh, hola, Em- saludó Maggali con una trista sonrisa- justo iba a subir por tí, pero me detuve un momento a platicar con tu tío.
     Ben se puso en pie para dejar la silla libre, y se dirigió al refrigerador.
     -¿Tienen hambre?- les preguntó -Hay... pizza.
     -Sí, muchas gracias- aceptó Maggali sin muchos animos.
     - Puedo preparar comida- se ofreció Emili.
     -Ni hablar- Ben sacó dos trozos de pizza para calentarlos en el microondas.
    Emili se sentó mareada en la silla frente a Magg. ¿Cuánto hacía que había llegado ella?
    - Le estaba preguntando a Ben por mi madre- la chica tenía los ojos puestos en la pizza que daba vueltas en el horno- Desapareció hace dos horas. Dijo que iba a salir unos minutos a hacer una entrega, pero no ha regresado.
     Emili se encogió de hombros.
     -Tal vez había mucha gente, o mucho tráfico, Magg...
     Ben se acercó con un plato grande lleno de pizza caliente. Maggali tomó una pieza en cuanto se lo pusieron en frente. Emili miró a su tío. Su expresión era dura y parecía preocupado, incluso molesto. Se alejó de ellas después de poner servilletas limpias en la mesa, y se fué hacia el fregadero, dándoles la espalda.
     - Sí- continuó Maggali, engullendo el primer pedazo de comida- Quién sabe. Quizá se ha quedado a charlar con alguno de los vecinos... o a lo mejor se fué a casa de mi abuela... Aunque me extraña que no me haya llamado, después de dos horas...
     Ben se dió la vuelta lentamente, con la misma extraña expresión en el rostro; y por un corto momento sus ojos se clavaron en los de Emili. Pensaban lo mismo, lo sabía. Y ella se estremeció.
     Justo estaba recordando a James hablarle sobre los demonios, que rondaban por doquier.

     Beatrice paseaba la mirada de James a Daniell, y luego a Wenn. Tardaron un minuto en volver en sí; Daniell fué el primero en hablar.
     - Pero Bea- su voz era gruesa y firme-, hace bastante tiempo que no se han visto demonios en Hampshire, ni en Inglaterra, ni en todo el mundo...
     -Exacto- coincidió James, sin cambiar de posición junto al umbral-¿Por qué debería haberlos ahora?
     Beatrice dirigió la mirada a Wenndy, que parecía estar en shock. 
     -Ese es el problema- dijo la mujer-, la Clave cree que alguien los está controlando. Rompieron las salvaguardas y entraron en grupos; no son muchos, pero los demonios deere no son tan inteligentes como para romper las cinco salvaguardas que había en la Hampshire.
     Daniell se inclinó hacia adelante en la sille, acomodándose las gafas sobre la naríz.
     -Definitivamente, alguien los tiene en su dominio. Los deere son una cosa fácil. Pero, ¿por qué alguien los habría enviado a la ciudad?
     Beatrice dejó asomar una sonrisa pícara.
     -Los demonios van tras algo- dijo con voz grave- Investigué sus rastros. Buscan algo o a alguien, no sé. Y matan a todo aquel que no sea quien quieren.
     Wenndy se retorció en el sofá.
     -¿Qué crees que buscan?- preguntó con voz temblorosa.
    -No lo sé, Wenn- Bea comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación-. Pero tenemos avisada a la Clave, eso es seguro.
    James sacudió la cabeza, completamente divertido.
     -Somos los únicos cazadores de sombras en la región, Bea. ¿Crees que avisar a la Clave va a ayudar en algo? Seguro que no se lo van a tomar en serio, de verdad, ¿crees que nos ayudarán?- inquirió con una sonrisa torcida de inseguridad.
    Beatrice frunció el ceño. 
    - No solo tenemos a la Clave, James. Reuní a los muchachos de Joel, por si acaso. Los llamaremos si necesitamos apoyo. La Clave está encargada de reparar y vigilar las salvaguardas- su expresión había pasado de ser lideral a ser más divertida-. Y nosotros nos encargaremos de la plaga.
   
     A Emili le seguían temblando las rodillas, aún después de que Maggali hubiera salido de la casa. Había querido detenerla; decirle que afuera era peligroso, que su madre quizá no se encontraba bien... Recordó la tela manchada de sangre que Ben había arrojado a la basura, y cómo él también había ocultado cosas; había mentido. Pero no podía hablar, no sabía que hacer. Estaba muda.
     Ben la observaba con preocupación desde el otro lado de la cocina. Y aún no se recuperaba.
     -Estaré en... mi estudio- dijo él al fin. Salió de la cocina.
     Se sentía tan sola, tan inútil, tan temerosa... Quería salir a la calle y detener a su amiga. Quería reclamar a Ben por no haber hecho nada en aquél momento, por haber hablado con tanta normalidad frente a Maggali. Quería saber cuál era la causa por la que actuaba tan extraño, y de dónde provenía la sangre, si acaso era del ataque de un mounstro que rondaba por las calles, llevandose a gente como la madre de Magg... Quería buscar a James y pedirle ayuda. Todo a la vez.
     Ben le había estado mintiendo, lo sabía. No podía decir nada a Maggali; no lo entendería, y seguramente, no lo creería. Peero James... James era un cazador de sombras.
     Los nervios y la incapacidad de hablar la animaron a tomar el abrigo del recibidor y salir a la oscuridad.
     La lluvia había cesado y ahora caía lentamente en débiles gotas. Era tarde, pero el cielo estaba cubierto de nubes negras que ocultaban los últimos rayos de sol, oscureciendo la ciudad.
     La calle estaba desierta, como un jueves en la escuela. Emili se hechó a andar tapándose con el abrigo, hasta la otra esquina. doblando hacia la izquierda, siguiendo el camino que recorría todas las mañanas al Instituto. Las farolas de la calle empezaban a iluminar cuando llegó a la esquina de la cuadra que era el edificio. Se detuvo en seco al visualizar a la poca gente que cruzaba la calle; deteniendose de vez en cuando a causa de los coches. Respiró hondo; le faltaba el aire.
     Jadeando, corrió hasta el portal de entrada del Instituto y jaló el cerrojo. Fue una suerte que estubiese abierto. La luz del golf estaba encendida. Corrió, haciendo traquetear los tacones de sus botines contra las piedras incrustadas. Temblando a mas no poder, subió las escaleras para llegar a la entrada...
     ...pero se lo impidieron dos enormes manazas, que la tomaron por los brazos y la jalaron hacia atrás. Cayó sobre el suelo frío, profiriendo un  grito ahogado al golpearse dolorosamente la espalda contra las piedras. Escuchó chillidos sobre ella, muy agudos. Intentó abrir los ojos, pero las manos como pinzas, duras y fuertes, la retenían en el suelo apretándole el abdómen, si poder respirar.Sintió como le arañaban la garganta y la una parte del pecho,  y le cortaban la piel del cuello. Sintió un cálido hilillo de sangre recorriéndole la mandívula.
     Trató de gritar, pero las manazas la azotaban contra el suelo dolorosamente, y se quedaba sin aire; resgándole la piel. Alzó débilmente las manos para apartarse aquellas manos como pinzas de una vez, pero ya  no tenía fuerzas suficientes. Cuando logró abrir los ojos, múltiples puntitos negros le borraron la vista.
     -James- susurró en un doloroso jadéo, y dejó caer las manos.
     Inconcientemente, sintió como el par de garras duras y afiladas disminuían la presión en su cuerpoy eran remplazadas por dos manos suaves y cálidas. Pero ya no le quedaban fuerzas para hacer algo.

    Cuando recuperó la conciencia, se encontró en un lugar cálido y cómodo. Sentía una fría brisa rozarle la piel de los brazos. Sentía movimiento a su alrededor, y de pronto, pudo escuchar.
     -¿Crees que hice mal en ponerle el iratze? - preguntaba una voz familiar, sonaba muy cerca de ella.
     -Seguro que sí- respondió una voz femenina y chillona; iba y se iba-. Los humanos no soportan éste tipo de magia, James. Probablemente ya está muerta.
     Escuchó el sonido de las zapatillas al golpear el suelo ruidosamente. Alguien caminaba de un lado a otro, impaciente.
    Inhaló aire ruidosamente.
    -Imposible- susurró la voz masculina y familiar cerca de ella-. Está respirando.
     Emili abrió los ojos de golpe y trató de incorporarse; un dolor agudo le recorrió la zona del pecho y el cuello. Dos manos la empujaron delicadamente por los hombros para acostarla de nuevo.
     -Emili- susurró James junto a ella- ¿cómo te sientes?
     Ella lo miró. Sus sólidos ojos grises estaban alegres. Observó que el muchacho tenía la camisa desgarrada en la parte del pecho, dejando desnuda una parte de piel manchada de rojo.
     -¿Donde... estamos?- su voz estaba ronca.
     - Estás en mi casa- respondió el muchacho en una cálida sonrisa-. No te preocupes, estarás bien.
     Emili miró sus ojos . Las zaparillas que se movían de un lado a otro se habían detenido. Se trataba de una chica alta que miraba a lo lejos por la ventanilla de la habitación. Distraída, notó que había otra persona en aquél lugar. Un hombre delgado y alto, de cabellos castaños; estaba de frente a una mesa virtiendo líquidos de colores en variados frascos. Su rostro no se veía.
     -¿Qué...qué pasó?- preguntó a James, que miraba sus manos con ojos decaídos.
     - Un demonio deere te atacó. Tienes suerte de que yo te estuviera buscando desde hace rato- clavó sus ojos en ella-. Te encontré peleando contra el monstruo, pero cuando te lo quité de encima ya estabas inconciente. El demonio te inyectó veneno y te hirió en el cuello... Te puse una runa de curación por que fué lo único que se me vino a la mente en ese momento...
     James fué interrumpido por el hombre alto y delgado.
     -Será mejor que te calles, muchacho- dijo, a la vez que se daba la vuelta. Emili se sobresaltó al reconocer su rostro; la piel dura y desgastada, su forma de caminar, los ojos almendrados...- No quiero que se altere.
     -¡Ben!- gritó Emili, aterrada; incorporandose de nuevo, lo cual provocó que los cortes del cuello se desgarraran.
     Ben se acercó a ella con un frasco lleno de un líquido lila.
     - Aquí estoy, mi niña- se inclinó hacia ella y le restregó tres gotitas edl líquido en los cortes del cuello. Emili jadeó ante el dolor; el líquido le quemaba las heridas.
     -Encontré ésto cerca de ella cuando el demonio la dejó- dijo James dirigiendose a Ben; le mostró un objeto pequeño y redondo que pendía de una cadena. El medallón dorado- Se lo arrancó del cuello a propósito.
     Ben tomó el medallón y lo examinó con cuidado. Después se volvió a la chica y preguntó con seriedad:
     -¿De dónde sacaste ésto?
     -No recuerdo quien me lo dió. Lo he llevado desde siempre.
     Ben frunció el ceño e hizo girar el medallón en sus dedos.
     -Tiene un significado- susurró como para sí mismo.
     -¿Sabe cuál es?- cuestionó James, inclinándose sobre Emili con curiosidad.
     Ben volteó el medallón, señalando las diminutas figuras de la cara opuesta.
     -La runa néfilim; el ojo la raza humana; la luna es de licantrópía; una gota de sangre por los Hijos de la Noche; el triángulo representa brujería. Unidos por las cinco puntas del pentagrama- señaló la estrella en el centro- Quinque vivi in potestatem...
     -El poder en los cinco vivientes- tradujo James-. ¿Es magia negra?
     -Muy poderosa- indicó Ben, devolviéndo el medallón al muchacho- Me parece extraño que lo llevaras contigo- se volvió a Emili, que lo miraba con ojos desorbitados, frunciendo el ceño-. La A escrita ahí debe tratarse de la inicial de algún nombre. De quien mandó hacer el medallón tiempo atrás...
     -O quizá solo sea la marca de fabricante- masculló Emili con sarcásmo-. Como Bucellati, o  Van Cleef & Arpels...
     Los labios de James se curvaron en  una sonrisa.
     - Sería bueno averiguar más- dijo, y se puso en pie- Eh, Wenn, -se refirió a la muchacha rubia que veía por la ventana- ¿dónde está Bea? Puede que ésto le interese...
    Emili se volvió a mirar a Ben, que sostenía una taza con lo que parecía agua caliente, la removía con una cucharilla.
     -Yo... no entiendo, Ben. ¿Sabías todo.. ésto desde el principio?- las palabras salían en un hilo de voz- Debí decirtelo... yo...
     Ben escurrió la cucharilla y le tendió la taza a Emili.
     -Tomate ésto. Es una formula curativa.
     Emili tomó la taza y bebió. El agua estaba caliente y tenía un ligero sabor amargo.
     -Tú no tienes qué decir nada- continuó el hombre- Te explicaré todo con tiempo. Primero, deja que me presente adecuadamente- Emili lo miró confundida- Soy Ben Barnes, tu tío... y gran brujo de Inglaterra.

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