domingo, 11 de diciembre de 2011

Cinco Angeles- Capítulo 4 por: Sofi M

Capítulo 4
Cazadores de Sombras
    Demoró poco más de un minuto en reaccionar. observó el rostro de Ben con una temerosa lentitud. Él tenía el ceño fruncido; aquella sonrisa se había torcido hasta parecer una mueca. Miró su propio rostro inexpresivo en los ojos líquidos de su tío. 
      -Puede que eso explique muchas cosas- dijo al fin. 
      Ben estiró la mano y la pasó por sus cabellos enmarañados en un movimiento muy humano.
      -¿Cómo te sientes?
      >>¡Que cómo me siento!<< No supo qué responder. Estaba mareada, hambrienta, extraña, confundida, aliviada...
      -Ahora estoy mejor- susurró. Ben sonrió al captar el doble sentido de sus palabras; le palmeó la cabeza y la dejó tranquila.
       Al final decidió que simplemente se sentía cansada. Cerró los ojos tan fuerte que le dolieron y tuvo que tallarlos. Se acurrucó en aquella aquella desconocida cama, y escuchó...
       ... Escuchó los pasos duros de Ben al salir de la habitación, y escuchó el silencio. Observó la luna llena ahogarse en las nubes negras de Inglaterra. Llovía allá afuera. 
       Estaba aterrada. Lo sucedido esa tarde en el Instituto, el ataque... comenzaba a transformarse en recuerdos. Horribles recuerdos; una pesadilla.
        También estaba sedienta.
       Se incorporó de golpe. La habitación estaba en plena oscuridad; la única luz era tenue y se colaba por la ventana. La luna apenas se veía entre la lluvia; aparecía, desaparecía. En la habitación había solo una mesa pequeña junto a la puerta; un ropero a juego con el escritorio vacío, y la sencilla cama donde reposaba. Aún llevaba las botas de tacón y la ropa ensangrentada. Ansiaba en aquél momento ducharse... o al menos mirarse en un espejo. Se limitó a acomodarse el cabello detrás de las orejas.
       Al abrir la puerta hacia un angosto pasillo la envolvió una exagerada temperatura helada. Era mucho más frío que en aquella habitación, a pesar de que el pasillo carecía de ventilación. Se cubrió el cuerpo con los brazos. Además de frío, era oscuro. Era un pasillo largo y estrecho, negro como la noche. El suelo estaba cubierto por una alfombra polvorienta. Se vislumbraban las sombras de sillas elegantes y cortinas de terciopelo cubriendo las paredes; habían varias puertas cerradas, brillantes a lo largo del corredor. Había una débil iluminación al fondo. Una luz azulada y parpadeante que se filtraba por las paredes y daba fulgor a las cosas. 
      Emili caminó temblorosa, siguiendo la luz, y se preguntó por qué rayos había dejado que Ben la abandonara en aquél lugar. Giró a la derecha, hacia la luz, que mantuvo su misma intensidad cuando la chica se detuvo en seco ante una silueta espectral.
      Era una figura humana. 
      Sentado en un sillón tapizado, había un hombre joven... un muchacho de cabellos lacios y rubios, casi blancos. La luz provenía de una extraña piedra pequeña junto a él, soltando un brillo al par de lentes que llevaba el muchacho. Sostenía un libro con una mano y con la otra se sostenía la barbilla. Emili no sabía si la miraba o no, pues el reflejo de la luz en las gafas tapaban los ojos del chico.
      -Buenas noches- dijo él, sin cambiar de posición. Su voz no parecía en nada fantasmal- ¿Te puedo ayudar en algo? 
     La luz era demasiado débil; ni siquiera podía notar el movimiento de su boca. Vaciló. Estaba mareada.
     -Buscaba a Benjamín Barnes... mi tío- señaló ella con voz firme. 
     El muchacho apuntó con una mano blanca hacia el lado opuesto.
     - En aquella habitación- contestó él amablemente- .Están hablando con Beatrice sobre el objeto dorado... - a ver el rostro confundido de la muchacha, vaciló- yo no entraría si fuera tú- el tono de su voz ahora era algo divertido- es un asunto se suma importancia y... por favor, no te ofendas, pero serias solamente un estorbo.
      Emili sonrió de manera sarcástica en la oscuridad.
      - Gracias, pero solo buscaba un poco de comida- aclaró, lo cual no era totalmente cierto. La verdad era que sí se había ofendido. Enseguida se arrepintió de haber dicho aquello.
      El muchacho rió brutalmente y se puso en pie.
      - En ese caso- su voz aún sonaba divertida, y muy joven- si gustas seguirme...
      Comenzó a caminar en dirección opuesta a la habitación opuesta donde estaba Ben. Emili vaciló un momento, pero al final fué tras aquél muchacho que era como un espectro. Caminaron por el mismo largo pasillo. El chico no hacía ni un sonido al caminar, y lo hacía con gracia. Pasaron junto a un ventanal con vista al río. La luna se abría paso entre las nubes en ese momento; pudo ver con más atención la alargada y delgada figura del muchacho, sus cabellos parecían finas hojas de hielo blanco se había colocado el libro bajo el brazo. Llegaron a mitad del pasillo, a unas escaleras, y comenzaron a descender por ellas. Sus botas hacían un feo traqueteo en los escalones; a él no pareció molestarle.
     La planta baja era totalmente oscura, tanto, que a Emili se le escapó un gritito ante tal situación y tuvo que toquetear con las manos para guiarse por la pared y no caer. Sus ojos distinguieron, a pesar de la falta de luz, una difuminada maraña blanca que se movía y dobló por la derecha. Ella lo siguió..., y se hizo la luz.
      La repentina iluminación provocó que tuviera que pestañear y hacer una mueca. Entonces abrió los ojos. Una mesa de madera en el centro contenido de todo tipo de comida (aunque de si ser comestible no se podría decir mucho), un refrigerador en la esquina, alacena y fregador daban la impresión de que aquella era la cocina. El chico que resultaba ser espectral en la oscuridad se encontraba de pie junto al interruptor de luz, y ahora parecía de lo más normal, excepto que puede que quizá fuera demasiado alto. El pelo rubio era bastante claro, al igual que su piel, le cubría un espacio de la frente y llegaba liso hasta el cuello. Los lentes ovalados se resbalaban por su recta nariz. El joven se adelantó para abrir la nevera, revolviendo el caos, gracioso. Sacó fácilmente una olla medio vacía y la colocó en la mesa, mirando el contenido con el ceño fruncido. Hizo un ademán a Emili, que lo observaba desde el umbral.
     -Es sopa- observó- .Hay platos y cubiertos en la alacena. Toma la sopa; es lo único comestible en ésta casa.  
      Emili quiso agradecer en ese momento, pero sentía la penetrante mirada del extraño detrás de esas gafas. Dió un paso adelante, y fué a la alacena. Definitivamente, todos los platos estaban cubiertos de polvo. 
     -Creo que... solamente tengo sed.
     El muchacho entrecerró los ojos sin dejar de mirarle y dio media vuelta para tomar una botella llena de agua pura que estaba en la mesa llena de chucherías. Se la ofreció a Emili con una sonrisa en la cara y ella lo tomó con mano temblorosa. Tomó de la botella dos tragos y deseó haberse quedado dormida en aquella oscura y extraña habitación con todas sus ganas. Nuevamente estuvo a punto de agradecer cuando notó unos extraños dibujos como tatuajes en su mano derecha del muchacho, que se había recargado en la pared con el libro bajo el brazo y la obsrevaba con curiosidad.
     -Eres uno de ellos, ¿no?- preguntó Emili al recordar los mismos dibujos de James en los brazos- un cazador de sombras, digo... ¿ Por qué no estás con los otros?
     El muchacho la miró por un largo rato, después desvió la mirada y respondió sin borrar la sonrisa de su cara.
      -Sí, lo soy- a la segunda cuestión respondió:- .Supongo que no es asunto mío- tenía una voz elegante y dulce- yo solo escucho y actúo.
     Ella asintió despacio. Ansiaba ir en busca de Ben y pedirle que se marcharan en cuanto antes. Pero era demasiado tímida, y se sentía torpe. Dio otro trago a la botella, estaba sedienta.
     -¿Terminaste?- el muchacho extendió una mano para recibir la botella vacía. Emili vaciló un instante cuando le retiró la botella de la mano y fue a tirarla a la basura. ¿Sería buena idea que la guiara por la oscuridad hacia el baño? ¿O sería mejor darle las gracias y salir por la puerta, y perderse en ese lugar desconocido?
     Pero no tuvo tiempo de cuestionarse más, porque la puerta de la cocina se abrió de repente y apareció entre las tinieblas su rescatador. Sintió que le flotaba el alma cuando James entró con su simpática sonrisa habitual.
     -¡Emili!- exclamó él al verla sorprendida- .Justo estaba buscándote- recorrió los ojos por la habitación y se detuvo en el chico de cabellos rubios- Oh, hermano, aventuro que ya te has presentado ante nuestra querida invitada.
      El aludido negó levemente con la cabeza; se acomodó los lentes con el indice y el pulgar y se puso frente a la chica, haciendo una discreta reverencia.
      -Soy Daniell Cassie- se presentó de una manera extrañamente formal- señorita Brown.
      No le sorprendió que aquel extraño supiera su nombre. >>Ya nada puede sorprenderme<<. 
     -En realidad- continuó el muchacho rubio, Daniell, volviendose hacia James, quien los miraba divertido desde la entrada- fue ella quien vino a mi. Estaba hambrienta.
       -Y que mejor manera de saciarte que en compañía de éste chico pervertido- Daniell se había alejado y ahora leía recargado en la pared- Como sea- canturreó James y se volvio hacia la chica-Ah, Emili... quisiera mostrarte la casa. Al parecer te quedarás aquí por unos días.
      No sentía la garganta. No había hablado desde que James entró en la cocina y ahora no sabia que decir.
      -Los dejo- murmuró Daniell amablemente mientras se abría paso entre el comedor y los chicos- .Buenas noches, a los dos- no volteó y se escabulló por la puerta.
      James la miraba con sus grises ojos decaídos.
       -Bueno, ¿qué dices?- habló al cabo de unos segundos- ¿Has comido algo?
      El muchacho pasó por su lado y tomó una manzana verde en un ágil movimiento del comedor.
       -No... En realidad no tenía mucha hambre... - recordó haberle dicho a Daniell que estaba hambrienta, pero solo lo había hecho porque estaba ofendida, no por que en verdad tuviera hambre.
      - Vamos entonces- exclamó él con ánimos y entre crujidos al morder a grandes tajos la manzana.
      Salieron de la cocina; él tras ella para apagar la luz. El cabello oscuro de James se perdía en la negrura de la oscuridad, por lo que no se molestó en buscarlo. Pero entonces una potente luz blanca se encendió en la mano del muchacho e iluminó todo el pasillo, era una piedra, como la que usaba Daniell antes para leer.
       -¿Por qué no simplemente prender las luces?- murmuró Emili cuando iban subiendo por las escaleras: ella dando traspiés. James la miró de reojo con una sonrisa indeleble.
       -Porque así solo llamaríamos la atención.
       Llegaron al primer piso y se detuvieron. El chico mantuvo firme la roca, pero la luz se volvía más débil entre sus dedos.
       -Es más necesario saber ubicarse arriba que abajo- señaló él entre risas, señaló el pasillo que se extendía hacia la derecha- de primera a última puerta: el estudio de Beatrice, su habitación, un baño, el final del pasillo...- sonrió- no muy importantes, en cierto sentido. Sígueme.
       La guió detrás por la continuación del pasillo. No había ventanas por ninguna parte. James iba señalando una puerta tras otra.
       -La habitación de Daniell... La sala de armas... La habitación de Wenndy... - doblaron a la izquierda, por el pasillo tapizado de rojo vino y Emili visualizó en una esquina el sillón donde minutos antes se había topado con el espectral Daniell.
       -Éste es un viejo cuarto de utilería- señaló el muchacho a la primera puerta a mano derecha- utilería... cuarto vacío...- se detuvo ante la tercer puerta -y ésta es mi habitación- dio un empujón a la puerta y ésta se abrio con facilidad.
       La luz de la luna se colaba por una ventana que daba hacia la ciudad. Emili pudo reconocer la cama destendida y el líquido que Ben le había dado a beber recargado en una mesita de noche. Se volvió hacia James, que la observaba con una mano en la perilla- pasarás las noches aquí... Yo dormiré en la habitación contigua. El baño está en frente- se pasó una mano distraídamente por los negros cabellos.
     Emili dió un paso al frente y le sonrió.
      -Está bien- intentaba darle ánimos, él le devolvió la sonrisa.
      - Ofrecí prestarte mi habitación yo mismo, pues no iba a dejar que durmieras en la habitación polvorienta de visitas- se encogió de hombros e hizo una seña con la barbilla hacia el suelo- Eh... tu tío dejó esas cosas ahí- la luz blanca iluminó un par de maletas de viaje- .Nos contó varias cosillas sobre tí- su voz se había tornado en un agradable susurro- Verás, él teme decírtelo tan de repente, pero de todos modos yo sé que lo hará. Lo tiene que hacer.
       Ella abrió mucho los ojos con curiosidad.
       -¿Qué? ¿Qué es lo que me dirá de todos modos?
       -Emili, la runa que te dibujé en el cuello es un iratze . Cualquier Marca en un humano es mortal; no soportarían la magia. A ti no te ha causado ningún daño- se inclinó hasta quedar a la altura de sus ojos- .Es lo que yo suponía, y Benjamín nos lo confirmó hoy mismo: eres una cazadora de sombras.
       Los ojos de James eran una fina línea curva proyectada hacia arriba por la luz de la piedra mágica. Emili lo miró por un largo tiempo. >> Ya nada puede sorprenderme. Nada<<.
       -Magnífico.
      Los dientes del muchacho destellaron ante una espectral sonrisa antes de dar media vuelta en dirección al pasillo.
       -Ah, casi lo olvido- se regresó hacia ella y le tendió la piedra fulminante que tenía en la mano- quédatela- y ella tomó la luz, medio esperando quemarse, pero era fría como una piedra normal- si necesitas algo, tan solo piensa mi nombre y yo vendré- le guiñó un ojo y tomó la perilla de la puerta- Buenas noches, Emili- y la cerró tras de sí.
       -Gracias, James- susurró ella un segundo tarde.
       Tardó un momento en reaccionar. Na sabía qué pensar, o más bien no quería pensar. Se hincó ante las maletas , extendiendo la luz sobre éstas; descubrió que era capaz de iluminar más fuerte de tan solo un movimiento. Era su ropa, zapatos y cosas que había dejado en casa de Ben. En la maleta pequeña había una nota: 
     
     Gracias por esperar, querida. Por favor, no te molestes. Estoy en casa, yendo y viniendo con nuestras cosas, pero estaré aquí en cuanto despiertes. Te lo prometo, y te lo explico todo mañana. Te quiero, pequeña.


       Sintió un nudo en el estómago al reconocer la letra manuscrita de Ben, y se preguntó qué más habría por explicar el día de mañana.




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